EL RELATO DE LA SEMANA
LUNÁTICO.
Al despertar me había hecho adulto. Con estupor me di cuenta de que casi había consumido la mitad de mi vida. Rondaba los cuarenta. La noche anterior no pasaba de diez
Mi vida no se parecía en nada a las expectativas de mis sueños. Tenía un trabajo horrible y mal pagado, una mujer a la que no conocía y vivía en una de las zonas más feas de la ciudad. Era como si un monstruo descomunal se hubiera ido tragando uno a uno todos mis sueños.
Pasaron los días y me fui hundiendo en un oscuro estado semi-hipnótico. La vida era vacía, mis antiguos amigos habían desaparecido, y los pocos que quedaban estaban viejos y tenían mal aspecto. Yo mismo tenía barriga y el pelo escaseaba en mi cabeza. De niño, hacía tan solo unos días, era el que más corría de la clase, uno de los más populares entre chicos y chicas. Ahora ya apenas quedaba nada de todo eso.
Entonces, recordé aquella excursión del cole, dos días antes de que despertara como adulto. Aquel soleado día había jugado con una niña que me gustaba, y que ahora estaba casada con mi jefe (maldita casualidad) Pero parece ser que no nos habíamos vuelto a ver desde la infancia, porque ella no me reconocía.
En aquella excursión en cole, en el lago, se nos hizo de noche y vi la luna reflejada sobre las aguas cristalinas. Una luna grande, a la que nunca había mirado de aquella manera. Incluso la chica pasó a un segundo plano.
Aquella noche decidí que quería ser astronauta.
Sin embargo, me daba cuenta de lo lejos que estaba de eso. Mi forma física, como ya he dicho, era pésima, y mi trabajo nada tenía que ver con lo que yo había soñado.
Pero me di cuenta de una cosa. Para volver a mi niñez debía regresar a la luna.
Una noche salí de mi casa, dejando a mi mujer, que parecía ajena a todo, cogí mi coche y conduje hasta el lago. La luna estaba allí, como en aquella otra noche de mi infancia. Me monté de nuevo y arranqué, a toda velocidad hacia el lago. Mientras me hundía, me envolvió el halo plateado de la luna, y supe que había vuelto a casa.