TRABAJANDO DURO
El despertador me saca de mi reparador sueño. Aunque me levanto sudado, con vagos recuerdos de agujas perforando mi piel.Un nuevo día de rutina y trabajo. Hay que colaborar con la sociedad para mantener este estilo de vida. Qué remedio queda.Una ducha rápida y un desayuno frugal. Nunca hay tiempo para nada. Siempre corriendo.Cuando salgo a la calle me azota el frío otoñal. Me uno al río de gente que se dirige hacia el metro. Yo sólo soy uno más. Un mínimo e insignificante engranaje del sistema.Y, como tal, no le importo a nadie.Rápidamente uso mi pase para el trasporte público y bajo a los subterráneos del metro por las escaleras mecánicas.Por las mañanas, las caras de la gente carecen de expresión. Solo sueño y fastidio por no poder escapar de esta rueda que nos une irremisiblemente a todos.Los pocos sueños de libertad que tenemos en la juventud, nos son arrancados metódicamente con el paso de los años.En el metro, algunos leen, otros escuchan música con modernos aparatitos cada vez más pequeños y tecnológicos.Yo me dedico a observar a mis compañeros de viaje, demasiado dormido todavía como para concentrarme en nada demasiado complejo.Miro a tantas mujeres bonitas e imagino historias de amor imposible con las que me parecen más guapas.En las estaciones, ríos de gente que suben, ríos de gentes que bajan. Empujones, mal humor, ambiente sofocante, olor a humanidad.Estamos todos apretados como en un transporte de ganado. Y mientras me acerco a la oficina, me doy cuenta de que realmente eso es lo que somos. Ganado, seres solo valorados por sus índices productivos. Servimos a un ganadero invisible, un organismo en sombras, que se vale de nuestra fuerza vital para sobrevivir.Esta es nuestra forma de vida, aceptada resignadamente por la mayoría de mis congéneres. Yo pienso que es siniestro, pero aún así tampoco puedo librarme de las cadenas.Es la forma de ganarse la vida en esta sociedad nuestra.Voy llegando a la parada donde me bajo. Es como si me acercara al matadero, caminando por mi propio pie y entregando mi cuello para el sacrificio sin oponer resistencia.Me bajo empujando a gente que tapona la salida. Me abro paso con esfuerzo antes de que el metro se ponga de nuevo en marcha.Suspiro aliviado, porque una vez más lo he conseguido en el último instante.Al fin salgo a la calle, bañada por un tímido sol y barrida por un débil viento que hace que me estremezca.Ahora he de andar durante 5 minutos. En mi camino inevitable veo a más gente que se enfrenta diariamente a las mismas cosas que yo.Llego al edificio, con 20 plantas. Un moderno edificio perfectamente acondicionado y con las últimas tecnologías. Un matadero igualmente, aunque moderno.Dentro del ascensor me encuentro con varios compañeros que solo conozco de vista, ya que ocupan otras plantas distintas a la mía.Nos saludamos tan cortés como fríamente.Al llegar a la oficina, me quito el abrigo y me quedo en manga corta, como es preceptivo. Coloco mi tarjeta para indicar mi llegada y saludo a mis compañeros de departamento.Son caras flotantes que observo ahí plantadas cada día, que hablan, sonríen y medran, pero que están muy lejos de mantener una verdadera relación humana conmigo.Son tan corteses como falsos. Cada uno envidiando a los otros por sus respectivas capacidades productivas. Es mejor no fiarse de ellos. Y es así como lo quiere el sistema. Dividirnos para que nos encontremos solos y no nos quejemos.Me siento ante mi ordenador. Y conecto el programa principal.El programa realiza las comprobaciones rutinarias y me pide que escriba mi clave secreta.Se abre la compuerta de la consola que está al lado de la pantalla. Y sale el odioso brazo robótico.Ahora 8 horas dando mi energía vital para el mejor funcionamiento del estado. Desperdiciando mi tiempo de vida entre estas paredes. Dando lo mejor de mi por una causa en la que ni siquiera creo.Extiendo el brazo resignado. Nada se puede hacer.Del brazo robótico sale la aguja hipodérmica destinada a hincarse dentro del mini catéter que la mayoría de los humanos llevamos en el brazo izquierdo.Ocho horas dando sangre y energía vital para alimentar los oscuros instrumentos del estado. Ocho horas vampirizado por la tecnología de nuestra época.Cierro los ojos mientras la aguja penetra lentamente en mi brazo izquierdo.
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No sera patanto,siempre fue asi trabajar y trabajar y contento de que no falte .Tambien nosgusta pasarlo bien y para eso senecesita dinero sino de donde coño ba ha sair sino del trabajo
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