viernes, 3 de mayo de 2013

EL RELATO DE LA SEMANA




SALA DE DESCARGAS.

Aquella noche se despidieron de él, y a la mañana siguiente se realizó la transferencia. Había tenido algo de miedo, porque siempre había pensado que algo saldría mal, que algo se perdería por el camino. Sin embargo no hubo ningún contratiempo. La descarga se había completado al cien por cien.
Se sentía extraño, claro, pero era normal. Había leído información en internet de como era todo el proceso. Pero vivirlo era algo muy distinto.

Ahora, sin embargo, tenía que ir a reunirse con sus familiares. Le parecía una reunión absurda, porque de todas formas podría verles cuando quisiera, pero ellos habían insistido en seguir la tradición.

Todos esperaban en la sala con las cortinas echadas, al principio un poco en penumbra. Hablando bajo, cuchicheando, probablemente él era el tema de conversación. Sus logros y fracasos, su presumible bondad. Pero todavía no había llegado hora de hacer su aparición. Podía escucharles y ellos no le veían aún. Estaba agazapado tras las cortinas, pensó, esperando a hacer su triunfal aparición.

Sus padres se veían circunspectos, muchos se acercaban hasta ellos y les daban la mano. Su hermana estaba medio tirada en uno de aquellos sofás, aparentemente afligida y decaída. No era para ponerse así. Quizá sí si hubiera sido unos años atrás. Pero ahora nada se perdía. Al fin y al cabo él estaba allí para la reunión. Había llegado "puntual".

Una voz habló por megafonía. Los susurros se fueron apagando. El momento había llegado. Se abrió una de las cortinas y todos se acercaron para verle através del cristal. Pero él no estaba allí. Parecía una broma macabra. Él siempre había sido muy bromista, se recordó. Pero también recordó la noche anterior, el momento de oscuridad y frío y la transferencia. Ya no estaba en la misma posición que ayer, ya no estaba en el nivel de ellos, debía recordarlo.

Los familiares se pegaron al espejo y vieron como se iba descubriendo, con un siseo, la tapa del ataud de roble. Entonces el cuerpo, arreglado y sereno, vestido con sus mejores galas, aunque muy pálido, estuvo a la vista de todos. Hubo entonces algunos sollozos, algunos rezos, algún amago de desmallo.

Pero entonces se volvió a escuchar la voz de la megafonía. Se abrieron el resto de las cortinas y quedaron la vista los enormes monitores de plasma.

Entonces apareció su imagen. Todos volvieron a callar.

-No hace falta que lloreis por mi. Aquí sigo como podeis ver -Decía la cara de la pantalla- No os puedo tocar, no me puedo tomar una copa con vosotros, pero cuando la ceremonia termine mi ciberalma será libre y podremos hablar cuando querais.

Algunos no podían evitar la impresión de ver el cuerpo muerto y al mismo tiempo la vitalidad con la que la imagen les hablaba desde los monitores. Pero poco a poco todos se fueron calmando y animando, y el velatorio se fue convirtiendo en una agradable reunión.

Horas más tarde el cuerpo fue introducido en el nicho, se produjeron algunos rezos y palabras para conmemorar al fallecido. En el mismo instante se abrieron las puertas del ciberespacio para el ciberalma del muerto.

Luego todos se fueron retirando, los más allegados salieron para la casa de los padres del fallecido. Allí volverían a reunirse con él, como habían acordado.

Al encender el monitor y teclear la dirección lo entontraron rápidamente. Allí estaba, sonriente, bromista, con cara de divertido ante la situación.

-Ahora soy más accesible que nunca, decía, me teneís en la red siempre que querais. Al fin y al cabo algún día todos estareis aquí conmigo. No tener cuerpo es raro, pero me acabaré acostumbrando. No lloreis, estoy muy bien. Vivo y libre para siempre. Viviré la eternidad en Internet.

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