miércoles, 19 de junio de 2013

EL RELATO DE LA SEMANA
LA FUERZA DEL DESATINO

Hermanos de la congregación, quierosle mostrar aquí una historia basada en la real vida (que no monárquica) de nuestro amigo Faustino.

Faustino era un cómico hombre que frisaba la cuarentena. Con canas y entradas en la cabeza cual bahías cochinas. Era contable en una empresa de gran renombre, cuyo nombre obviaremos a fin de no poner en peligro nuestras adoradas vidas.

Acababa de divorciarse Faustino en un largo proceso en el que su mujer, Mari Juli, le había dejado poco más que unas mudas y un viejo coche. Así que ahora ya no podía dormir en la ciudad, y tenía cada día un tortuoso camino de dos horas y media hasta el pueblo.

Menos mal que a su mujer le daban asco las pulgas y las cucarachas y no había querido saber nada de la casa del pueblo.

Una de las primeras noches, conducía Faustino llegando a los oscuros lindes del pueblo, cuando una luz destelló en las alturas. No sabiendo como actuar, Faustino paró el motor, bajose del coche y se puso a bailar clacket para mostrar sus intenciones de no agresión a la luz que se había parado justo encima de él.

Pronto un chorro de potente luz le envolvió y llevóselo como paja que arrastra la corriente.

Su siguiente recuerdo fue el estar tumbado sobre una camilla blanca. Unos seres cabezones que no podía ver bien estaban a su alrededor haciéndole alguna clase de pruebas. Uno de ellos le miró fijo y le dijo con la voz de la mente. “No aprietes tanto el culo, Faustino”.

Al rato volvió a despertar, y allí estaba la camilla, pero aquella era una mesa camilla, y sobre ella unas tazas de café humeante y unas pastas. Igualitas a las que servía en tiempos su abuela Tomasa en el pueblo.

Y al levantar la vista, la vio. Su abuela Tomasa le sonreía desde el otro asiento. Le ofreció con un gesto que tomara el café, y las pastitas. Parecía su abuela, pero Faustino sabía bien que se enfrentaba a un Alien, así que adoptó su actitud más digna y se sirvió la merienda.

Con la voz de la mente, Tomasa el Extraterrestre le dijo:

“Somos del planeta KESHEJODA TKU EXMUHER, hemos venido ayudarte”. Después le dedicó una angelical sonrisa. “Mira por esa ventana, Faustino, y verás algo divino”.

Faustino miró, en efecto, y observó como se descorría una cortina. Dentro vio una beatífica visión. Su ex mujer encerrada en una jaula.

“Haremos con ella lo que quieras, ya te ha causado bastante daño. Nosotros nos dedicamos a repararlo”.

Llevárosla a vuestro planeta, que no la aguanta aquí ni su madre. Dijo Faustino manteniendo la compostura.

“SEA”. Dijo Tomasa el Extraterrestre con la voz de la mente.

Después de eso, Faustino bostezó y sintió que tenía sueño.

Al despertar estaba acostado en su cama, y pensó que había tenido una curiosa pesadilla. Al menos aquella noche las chinches le dejaron dormir bien.

Al día siguiente, en el trabajo, recibió una llamada de la policía. Su ex mujer había desaparecido, y querían saber si él sabía algo. La investigación no se prolongó mucho, porque los policías no iban a preocuparse demasiado por aquella mujer tan ajada por el tiempo, y de aspecto más bien desagradable.

Al cabo de los meses, Faustino recuperó todo su patrimonio. Un pisito en medio de Madrid con vistas a un patio interior y otro coche un poco menos destartalado.

Varios años después, hermanos de la congregación, volvió Faustino a visitar el pueblo. Se había casado con una chica joven, que le había hecho por fin feliz, y que quería ver el pueblo de su amado.

Por el camino, una luz apareció y un ovni se paró en la vertical del deportivo de Faustino.

De nuevo fue absorbido por el haz de luz. De nuevo una camilla y extraterrestres metiéndole mano por todos lados. De nuevo la mesa camilla y Tomasa el Extraterrestre.

“Nos ha contado tu ex mujer, que te ha echado mucho de menos y que te necesita allá en nuestro planeta y quiere que vuelvas con ella”.

¡Ni por pienso! Espetó el señor Faustino mientras daba buena cuenta de una pasta (¡que ricas están!, pensaba).

“No es tu elección. Además, completarás la colección de nuestro zoo. Aunque ya no creo que estéis en edad de procrear, pero en nuestro planeta tenemos ciertas técnicas...”

Faustino se sintió bostezar, y luego caer en un hondo sopor.

Abajo, su nueva mujer, primero se preocupó. Luego llamó a la policía, y cuando pasaron los días, llamó a su amante y lo celebraron brindando por todo lo alto.

Faustino, en la estrella Juanita la Korta, de la constelación de Orient, caminaba junto a su primera mujer por la jungla de bacilocactos del planeta que ahora simplemente se llamaba JHODANSHEE.

Mari Juli, esposa mía, desde este rincón del cosmos te lo digo:


¡EL DESTINO ES UN DESATINO!!!!!.

sábado, 8 de junio de 2013

EL RELATO DE LA SEMANA


PRUEBA DE QUÍMICA

La madre naturaleza no le había dotado de unas cualidades demasiado notables. Sí, quizá era inteligente, quizá tenía algo similar a lo que podrían llamar genio. Sin embargo su físico fallaba. Nunca había sido buen deportista, nunca había valorado el físico como algo esencial dentro del ser humano. Había cultivado solo su cerebro. La ciencia lo llenaba todo para él. Hasta el día en que comprendió que estaba solo, que nunca había tenido una compañera.

Entonces emprendió una carrera para conseguir aquello que le faltaba. Pero se dio cuenta de un par de cosas. No tenía experiencia en tratar con las mujeres. Y además, no tardó en descubrir que su presencia las dejaba normalmente indiferentes. A pesar de toda su sabiduría, de sus vastos conocimientos, de su probada inteligencia (superó casi todos los test de inteligencia que sus amigos los psicólogos y psiquiatras habían preparado), no conseguía conectar con ninguna mujer. Todas decían que les faltaba química con él. Todas le mostraban su sonrisa y decían que él sería para ellas un excelente amigo. Un amigo.

Hasta aquel momento había conseguido todo cuando se había propuesto. Su carrera, sus descubrimientos, sus estudios... todo había transcurrido tal cual había sido planeado. Su brillante cerebro se había impuesto una y otra vez a los problemas planteados. Pero en esto no. No podía o no sabía influir en la mente de las mujeres.No sabía infundirles deseo. Deseo hacia su persona.

Empezó a darse cuenta de su error al despreciar el físico. Se apuntó a tablas de gimnasia. Trató de aplicar el métido científico para convertirse en todo aquello que una mujer podía buscar. Bajó de peso, cambió su peinado, modificó su estilo de vestir... pero nada de todo aquello surtió el efecto deseado. No tengo química contigo. Serás un gran amigo. Era todo lo que lograba oír de boca de aquellas mujeres a las que pretendía.

La química...

La química curiosamente era su especialidad. Aunque también era físico y tenía varias ingenierías relacionadas con la tecnología. Era especialmente irónico que le dijeran que no tenía química con ellas. Aquello llegó a obsesionarle. Claro que tenía química. Tenía toda la química a su favor. Tenía la química para tratar de cambiarlo todo. Y creía que sabría como hacerlo.

Abandonó todos sus demás estudios y trabajó duramente durante seis meses. Después de experimenar con ratones y con ranas un día se dio por satisfecho y probó su pócima con él mismo. No podía fallar.

Y no falló. La química se combina con la química, modifica ligeramente su ADN, no de manera definitiva, solo temporal... lo suficiente, pero él tiene muchas dosis. Tiene todas las dosis que quiera. Ese descubrimiento nunca lo va a publicar.

Al mirarse al espejo vio como su aspecto se había modificado. No de manera total, de alguna forma seguía siendo él. Pero ahora era bello. Era bello, simétrico, tan simétrico que él mismo se sorprendía. Él se seguía reconociendo, pero quiso hacer un primer experimento.

Se presentó ante su secretaria pidiendole una cita con él mismo. Ella no pareció reconocerle. Es más, hasta le dio la impresión de que se insinuaba, algo que nunca había hecho antes. Pero su secretaria era muy poco en relación a lo que ahora podía aspirar. Sin embargo le valió para darse cuenta de que bajo ese aspecto nadie podría reconocerle. A nadie se le ocurriría ver al perfecto amigo al que le falta química.

Realmente era mucho más conveniente así. Prefería llevar una doble vida y como científico seguir siendo un ser oscuro y gris. Pero cuando se bebiera la pócima, como a él le gustaba llamarla, y se transformara en el Bello, iba a disfrutar de lo lindo de su nueva condición.

Siempre había tenido pensamientos románticos sobre el amor. Enamorarse de una mujer, cortejarla, adorarla, finalmente hacerle el amor. Siempre había deseado una pareja fiel a la que serle fiel. Pero ahora se daba cuenta de que eso era porque intuía que no podría llegar a gustar a muchas mujeres. Conquistar a una ya hubiera sido mucho. Sin embargo ahora eso había cambiado. Podía permitirse disfrutar de su parte más animal. Disfrutar no solo con una, sino con muchas mujeres.

Empezó a cortejar a algunas de las que antes le habían rechazado. Con satisfacción las convencía facilmente de su amor, las adoraba y luego las llevaba a la cama. Cuando se cansaba de ellas simplemnte las dejaba, con la satisfación de recordar lo que en tiempos le habían dicho. No hay química entre nosotros. Ahora soy yo el que te deja, cariño, -pensaba-, ahora que sé que no eres nada para mi, que puedo tener a 100 como tú y mejores que tú.

Cuando acabó con la conquista y posterior abandono de todas las mujeres a las que había pretendido y que le habían rechazado antes de la Pócima, empezó a buscar nuevas aventuras.

La ciencia había quedado aparcada en un rincón. Es más, apenas si tenía tiempo para sus estudios, para sus lecturas que antes tanto le apasionaban. Ahora se dedicaba a la acción. Ahora disfrutaba de los sentidos en todo su esplendor. El instinto es más poderoso que la racionalidad. Se daba caba vez más cuenta de la gran verdad que esto constituía.

Al final, cuando trataba de retomar sus investigaciones, se daba cuenta de que no ahora no comprendía muchos de los conceptos que él mismo había descubierto. Se estaba convirtiendo en un bruto. Solo cuando pasaba varios días sin tomar la pócima empezaba a recuperar su antiguo ser.

Ahora ya no le bastaba con una mujer. Tenía varias amantes al mismo tiempo. Incluso empezó a practicar tríos e incluso estuvo en alguna orgía. Se sentía lleno de energía sexual, se sentía poderoso, él era el Hombre.

Aquel poder era más fuerte que el de los átomos desatados. Y aquello le extasiaba. Cada vez adoraba menos a las mujeres, cada vez las usaba más. Incluso empezó a tener algún gesto de desprecio con alguna de ellas.

Un día llegó a asustarse al recordar las vivencias de los días anteriores. Había atado a una de las mujeres con la que había estado. La había obligado a hacer cosas que ella no deseaba. Pero él la había forzado, desechando sus gritos de dolor al realizar aquella práctica sexual que ella repudiaba. No estaba preocupado por lo que la chica podría llegar a decir, ya que sabía que ella le amaba y no iba a hacer nada en su contra. Daba igual, nunca más la vería y ella no sabría encontrarle.

Sin embargo, había descubierto que había una parte de él que estaba surgiendo. Un violendo demonio sádico. Ya no solo se conformaba con su poder sexual, ahora quería tener más poder sobre las mujeres. Quería poseerlas, denigrarlas, dañarlas, humillarlas.

Tenía que terminar una trabajo y llevaba varios días sin probar la Pócima. Y pudo rememorar las escenas, como la chica le había suplicado que no quería eso... y como él lo hizo con más ganas sin reparar en el dolor causado. Después de aquello había tenido ganas de pegarla, de agredirla de alguna manera. Gracias a Dios había logrado controlarse.

Así siguió una espiral cada vez más alocada de sexo violento, cada vez iba un paso más allá. Cada vez necesitaba destruir más la integridad personal de su compañera, de su amante. Las obligaba a arrodillarse, a suplicar, les retorcía los brazos, las tiraba del pelo, y cada vez les hacía cosas más dolorosas, más inhumanas, más crueles. Sin embargo ninguna de sus desdichadas amantes tuvo la ocurrencia de denunciarle, ni siquiera de quejarse más allá de expresar el dolor. Su influjo de macho era demasiado poderoso, y ellas se dejaban arrastras hasta a las más horrible humillación, solo por estar con él y luego ser brutalmente abandonadas.

En uno de sus paréntesis sin tomar la Pócima, estuvo tentado de destruirla, de deshacerse de todo aquello, de volver a ser el que era. No lo hizo finalmente, la tentación era demasiado grande.

Aquella vez estuvo a punto de cruzar una delgada linea. La humillación dio paso al violencia, su preciosa compañera desnuda estaba ataba y boca abajo. Con la boca tapada con un pañuelo. El retorcía sus brazos, la quebaba con un cigarro, la penetraba por su lugar más prohibido. En el éxtasis de aquel acto cogió un panuelo y empezó a estrangular a la mujer. En el último momento se dio cuenta de que ella había dejado de moverse, había dejado de gemir y de quejarse. Solo sus conocimientos de primeros auxilios consiguieron devolver a la vida a la chica, pálida como si ya estuivera muerta.

Días después supo que la chica permanecía en coma. Creían que se salvaría, pero había estado a punto de acabar con ella.

Con todo el dolor de su corazón y con un temblor recorriendo todo su cuerpo, destruyó la Pócima, su fórmula y se obligó a olvidar todo lo relacionado con ella.

Volvió a ser el sabio solitario de siempre. Y todo lo anterior ahora le parecía un lejano sueño.

Bajo su apariencia apocada se escondía un sádico. No podía echarle la culpa solo a la fórmula. Quizá por eso la naturaleza le había alejado de las mujeres. Ahora sabía que podía dañarlas. Y no quería hacer eso. Deseó no haber despertado nunca a su parte animal. Y se entregó con más denuedo a sus estudios.

Había sido un dios de la masculinidad, había sido todo aquello con lo que había soñado. Pero al final el animal había vencido al hombre racional, y no había podido permitir aquello.

Le costó tiempo recuperar su anterior calma, su poder de concentración, pero al final pudo vencer todo lo que la Pócima había hecho con él.

Solo algunas noches, salía a pasear por sus sueños, y volvía a dejarse llevar. La desconocida química del oscuro interior de la mente. Un depredador de mujeres que ahora solo disponía de aquellos infinitos reinos oníricos para salir a cazar.