EL RELATO DE LA SEMANA
PRUEBA DE QUÍMICA
La madre naturaleza no le había dotado de unas cualidades
demasiado notables. Sí, quizá era inteligente, quizá tenía algo similar a lo
que podrían llamar genio. Sin embargo su físico fallaba. Nunca había sido buen
deportista, nunca había valorado el físico como algo esencial dentro del ser
humano. Había cultivado solo su cerebro. La ciencia lo llenaba todo para él.
Hasta el día en que comprendió que estaba solo, que nunca había tenido una
compañera.
Entonces emprendió una carrera para conseguir aquello que le
faltaba. Pero se dio cuenta de un par de cosas. No tenía experiencia en tratar
con las mujeres. Y además, no tardó en descubrir que su presencia las dejaba
normalmente indiferentes. A pesar de toda su sabiduría, de sus vastos
conocimientos, de su probada inteligencia (superó casi todos los test de
inteligencia que sus amigos los psicólogos y psiquiatras habían preparado), no
conseguía conectar con ninguna mujer. Todas decían que les faltaba química con
él. Todas le mostraban su sonrisa y decían que él sería para ellas un excelente
amigo. Un amigo.
Hasta aquel momento había conseguido todo cuando se había
propuesto. Su carrera, sus descubrimientos, sus estudios... todo había
transcurrido tal cual había sido planeado. Su brillante cerebro se había
impuesto una y otra vez a los problemas planteados. Pero en esto no. No podía o
no sabía influir en la mente de las mujeres.No sabía infundirles deseo. Deseo
hacia su persona.
Empezó a darse cuenta de su error al despreciar el físico.
Se apuntó a tablas de gimnasia. Trató de aplicar el métido científico para
convertirse en todo aquello que una mujer podía buscar. Bajó de peso, cambió su
peinado, modificó su estilo de vestir... pero nada de todo aquello surtió el
efecto deseado. No tengo química contigo. Serás un gran amigo. Era todo lo que
lograba oír de boca de aquellas mujeres a las que pretendía.
La química...
La química curiosamente era su especialidad. Aunque también
era físico y tenía varias ingenierías relacionadas con la tecnología. Era
especialmente irónico que le dijeran que no tenía química con ellas. Aquello
llegó a obsesionarle. Claro que tenía química. Tenía toda la química a su
favor. Tenía la química para tratar de cambiarlo todo. Y creía que sabría como
hacerlo.
Abandonó todos sus demás estudios y trabajó duramente
durante seis meses. Después de experimenar con ratones y con ranas un día se
dio por satisfecho y probó su pócima con él mismo. No podía fallar.
Y no falló. La química se combina con la química, modifica
ligeramente su ADN, no de manera definitiva, solo temporal... lo suficiente,
pero él tiene muchas dosis. Tiene todas las dosis que quiera. Ese
descubrimiento nunca lo va a publicar.
Al mirarse al espejo vio como su aspecto se había
modificado. No de manera total, de alguna forma seguía siendo él. Pero ahora
era bello. Era bello, simétrico, tan simétrico que él mismo se sorprendía. Él
se seguía reconociendo, pero quiso hacer un primer experimento.
Se presentó ante su secretaria pidiendole una cita con él
mismo. Ella no pareció reconocerle. Es más, hasta le dio la impresión de que se
insinuaba, algo que nunca había hecho antes. Pero su secretaria era muy poco en
relación a lo que ahora podía aspirar. Sin embargo le valió para darse cuenta
de que bajo ese aspecto nadie podría reconocerle. A nadie se le ocurriría ver
al perfecto amigo al que le falta química.
Realmente era mucho más conveniente así. Prefería llevar una
doble vida y como científico seguir siendo un ser oscuro y gris. Pero cuando se
bebiera la pócima, como a él le gustaba llamarla, y se transformara en el
Bello, iba a disfrutar de lo lindo de su nueva condición.
Siempre había tenido pensamientos románticos sobre el amor.
Enamorarse de una mujer, cortejarla, adorarla, finalmente hacerle el amor.
Siempre había deseado una pareja fiel a la que serle fiel. Pero ahora se daba
cuenta de que eso era porque intuía que no podría llegar a gustar a muchas
mujeres. Conquistar a una ya hubiera sido mucho. Sin embargo ahora eso había
cambiado. Podía permitirse disfrutar de su parte más animal. Disfrutar no solo
con una, sino con muchas mujeres.
Empezó a cortejar a algunas de las que antes le habían
rechazado. Con satisfacción las convencía facilmente de su amor, las adoraba y
luego las llevaba a la cama. Cuando se cansaba de ellas simplemnte las dejaba,
con la satisfación de recordar lo que en tiempos le habían dicho. No hay
química entre nosotros. Ahora soy yo el que te deja, cariño, -pensaba-, ahora
que sé que no eres nada para mi, que puedo tener a 100 como tú y mejores que
tú.
Cuando acabó con la conquista y posterior abandono de todas
las mujeres a las que había pretendido y que le habían rechazado antes de la Pócima , empezó a buscar
nuevas aventuras.
La ciencia había quedado aparcada en un rincón. Es más,
apenas si tenía tiempo para sus estudios, para sus lecturas que antes tanto le
apasionaban. Ahora se dedicaba a la acción. Ahora disfrutaba de los sentidos en
todo su esplendor. El instinto es más poderoso que la racionalidad. Se daba
caba vez más cuenta de la gran verdad que esto constituía.
Al final, cuando trataba de retomar sus investigaciones, se
daba cuenta de que no ahora no comprendía muchos de los conceptos que él mismo
había descubierto. Se estaba convirtiendo en un bruto. Solo cuando pasaba
varios días sin tomar la pócima empezaba a recuperar su antiguo ser.
Ahora ya no le bastaba con una mujer. Tenía varias amantes
al mismo tiempo. Incluso empezó a practicar tríos e incluso estuvo en alguna
orgía. Se sentía lleno de energía sexual, se sentía poderoso, él era el Hombre.
Aquel poder era más fuerte que el de los átomos desatados. Y
aquello le extasiaba. Cada vez adoraba menos a las mujeres, cada vez las usaba
más. Incluso empezó a tener algún gesto de desprecio con alguna de ellas.
Un día llegó a asustarse al recordar las vivencias de los
días anteriores. Había atado a una de las mujeres con la que había estado. La
había obligado a hacer cosas que ella no deseaba. Pero él la había forzado,
desechando sus gritos de dolor al realizar aquella práctica sexual que ella
repudiaba. No estaba preocupado por lo que la chica podría llegar a decir, ya
que sabía que ella le amaba y no iba a hacer nada en su contra. Daba igual,
nunca más la vería y ella no sabría encontrarle.
Sin embargo, había descubierto que había una parte de él que
estaba surgiendo. Un violendo demonio sádico. Ya no solo se conformaba con su
poder sexual, ahora quería tener más poder sobre las mujeres. Quería poseerlas,
denigrarlas, dañarlas, humillarlas.
Tenía que terminar una trabajo y llevaba varios días sin
probar la Pócima. Y
pudo rememorar las escenas, como la chica le había suplicado que no quería
eso... y como él lo hizo con más ganas sin reparar en el dolor causado. Después
de aquello había tenido ganas de pegarla, de agredirla de alguna manera.
Gracias a Dios había logrado controlarse.
Así siguió una espiral cada vez más alocada de sexo
violento, cada vez iba un paso más allá. Cada vez necesitaba destruir más la
integridad personal de su compañera, de su amante. Las obligaba a arrodillarse,
a suplicar, les retorcía los brazos, las tiraba del pelo, y cada vez les hacía
cosas más dolorosas, más inhumanas, más crueles. Sin embargo ninguna de sus
desdichadas amantes tuvo la ocurrencia de denunciarle, ni siquiera de quejarse
más allá de expresar el dolor. Su influjo de macho era demasiado poderoso, y
ellas se dejaban arrastras hasta a las más horrible humillación, solo por estar
con él y luego ser brutalmente abandonadas.
En uno de sus paréntesis sin tomar la Pócima , estuvo tentado de
destruirla, de deshacerse de todo aquello, de volver a ser el que era. No lo
hizo finalmente, la tentación era demasiado grande.
Aquella vez estuvo a punto de cruzar una delgada linea. La
humillación dio paso al violencia, su preciosa compañera desnuda estaba ataba y
boca abajo. Con la boca tapada con un pañuelo. El retorcía sus brazos, la quebaba
con un cigarro, la penetraba por su lugar más prohibido. En el éxtasis de aquel
acto cogió un panuelo y empezó a estrangular a la mujer. En el último momento
se dio cuenta de que ella había dejado de moverse, había dejado de gemir y de
quejarse. Solo sus conocimientos de primeros auxilios consiguieron devolver a
la vida a la chica, pálida como si ya estuivera muerta.
Días después supo que la chica permanecía en coma. Creían
que se salvaría, pero había estado a punto de acabar con ella.
Con todo el dolor de su corazón y con un temblor recorriendo
todo su cuerpo, destruyó la
Pócima , su fórmula y se obligó a olvidar todo lo relacionado
con ella.
Volvió a ser el sabio solitario de siempre. Y todo lo
anterior ahora le parecía un lejano sueño.
Bajo su apariencia apocada se escondía un sádico. No podía
echarle la culpa solo a la fórmula. Quizá por eso la naturaleza le había
alejado de las mujeres. Ahora sabía que podía dañarlas. Y no quería hacer eso.
Deseó no haber despertado nunca a su parte animal. Y se entregó con más denuedo
a sus estudios.
Había sido un dios de la masculinidad, había sido todo
aquello con lo que había soñado. Pero al final el animal había vencido al
hombre racional, y no había podido permitir aquello.
Le costó tiempo recuperar su anterior calma, su poder de
concentración, pero al final pudo vencer todo lo que la Pócima había hecho con él.
Solo algunas noches, salía a pasear por sus sueños, y volvía
a dejarse llevar. La desconocida química del oscuro interior de la mente. Un
depredador de mujeres que ahora solo disponía de aquellos infinitos reinos
oníricos para salir a cazar.
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